SERENIDAD BERCIANA – ISMAEL VILLASOL

SERENIDAD BERCIANA – ISMAEL VILLASOL

La serenidad es como dijo Antonio Gala más importante que el amor e incluso que la felicidad. Con serenidad podemos afrontar la vida de una manera equilibrada, en muchos lugares del Bierzo se nos regala esa sensación de equilibrio. En mi última novela de la Saga Fierro, de título Encina los personajes ascienden caminando desde Ponferrada a Peñalba y sienten la paz de nuestra tierra:

 

“Ricardo, Encina y Leonora continúan camino, no es un lugar transitado, no se han cruzado aún con nadie. La noche les sigue acompañando, transitan con grandísimo esfuerzo por una gigantesca cuesta que les lleva a San Cristóbal de Valdueza. Será imposible llegar antes del amanecer, con suerte y si no desfallecen llegarán a medio día. La noche no les muestra ningún peligro, se adentran montaña arriba en los montes Aquilanos. Leonora sabe lo que todos parecen obviar, es un lugar lleno de fuerzas intangibles.

Las montañas mágicas les llaman los hombres y mujeres del valle. Siempre con respeto se cuenta de sus gentes, algunos dicen que apenas saben hablar otros que son doctos en todas las materias. Leonora intenta recordar las historias para entretener su mente.

―Encina, Ricardo, ¿conocéis los nombres de las montañas que vamos a visitar? Las que están al sur de nuestro valle.

―Una se llama Morredero, es la que subiremos ―responde Ricardo.

―Las otras son Cabeza de Yegua y la Aquiana.

― ¿De cuál se dice que es mágica?

―La que miramos todos los bercianos, la Aquiana.

―¿Queréis que os cuente una historia que me contaron hace muchos años recién llegada a esta tierra? ―pregunta Leonora.

―Por favor madre ―responde Ricardo.

―Se dice que cuando pretendes subirla la montaña habla contigo y te dice que no seas tan osado como para creerte más fuerte que ella. Que eres un pobre mortal, que podrás coronarla si ella y la señora de las nieves te lo permiten. Cerca de la cumbre existe un lugar llamado Campo de las Danzas. Allí desde los tiempos donde llega la memoria de los más antiguos se celebraban bailes de mujeres. Sin ropas pedían a lo más sagrado ser fértiles y traer hijos e hijas vigorosos y sanos para que el valle pudiera seguir siendo lo que es. Cantaban cánticos en honor a la montaña y hacían sonar los cuernos celtas, se dice que el sonido era tan fuerte que llegaba a ser escuchado desde Ponsferrata”.

 

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